La criatura más seductora y fascinante de todos los tiempos, bendecida y maldecida con la inmortalidad, es el máximo exponente de la vida slow que se nos ocurre. Capaces de cruzar océanos de tiempo para encontrar un amor que trasciende el tiempo, los vampiros se entregan a los placeres terrenales con sed, pero sin prisa, y a una estética gótica-victoriana con reminiscencias punk que atrae todas las miradas. Nos inspiramos en los más icónicos del cine y la televisión para analizar las claves del estilo vampírico.
Símbolo del deseo atávico, del destino trágico y la sed eterna, el vampiro reina sobre todas las criaturas de la noche. Su poder de fascinación, alimentado por la literatura y el cine, ha ido evolucionando hasta alzarlo como un icono de la seducción… y de la moda. Desde aquellas primeras leyendas medievales que dibujaban al vampiro como un ser despiadado y casi animal al atormentado príncipe elevado a mito por Bram Stoker en Drácula (inmortalizado en el cine por Francis Ford Coppola), han pasado siglos de mordiscos y sombras.
Y hoy, víspera del Samhain, en Purcuapà Magazine sucumbimos a su magnetismo y nos adentramos en los secretos de una figura que ha conquistado la gran pantalla y la pasarela -de Alexander McQueen a Rodarte- con su estilo sensual, oscuro y dramático, siempre a punto de bailar (suave y lento) con las tinieblas.
Magnetismo peligroso
Cuando un vampiro irrumpe en escena, es imposible apartar la mirada, incluso cuando intenta hacerse pasar -sin demasiada suerte- por mortal: Salma Hayek a punto de enloquecer a Tarantino y George Clooney en Abierto hasta el amanecer (de Robert Rodríguez) danzando con una serpiente, Kiefer Sutherland como carismático líder de una banda de moteros en Jóvenes Ocultos (de Joel Schumacher)…
Más allá de su indumentaria, los vampiros tienen en común ese halo hipnótico que atrae hasta las miradas más descreídas. Y una vez descubren sus colmillos, el riesgo letal intensifica el deseo (de repente, irrumpe en nuestra cabeza la banda sonora de True Blood).
Escudo contra el sol
Las gafas de sol son el complemento imprescindible de los vampiros irredentos. Ya sean redondas, como las del carismático Gary Oldman en el Drácula de Coppola, o unas Ray-Ban Wayfarer, al adictivo estilo Robert Pattison/Edward Cullen en Crepúsculo, protegen a los no-muertos más evolucionados -aquellos que pueden caminar de día- de uno de sus mayores enemigos conocidos: la luz del sol. También las llevaban (incluso de noche) Tilda Swinton y Tom Hiddleston en Only Lovers Left Alive, aunque su intención era ocultar el enigmático color de sus ojos, rojo hambriento.
Como ellos, quienes tenemos alma vampírica no nos separamos de las nuestras ni en invierno (no puede ser casualidad que unos vampiros fuesen los protagonistas del anuncio más mítico de la marca: “Somebody forget his Ray-Ban sunglasses?”).
De cuero y terciopelo
Si tuviéramos que elegir tres tejidos que no pueden faltar en el vestidor de un vampiro serían el encaje, el cuero y el terciopelo, siempre entre el salvajismo sofisticado y la delicadeza provocadora. La mayoría de los vampiros que hemos conocido en la gran pantalla tienen la energía de una estrella del rock, y hay algunos que directamente lo son: es el caso de Tom Hiddleston en Only Lovers Left Alive o de Stuart Towsend/Lestat en La Reina de los Condenados, que con su música despierta a Aaliyah/Akasha, reina de los vampiros (en su potentísima banda sonora participaron Marilyn Manson, Korn o Linkin Park).
Pero también muestran un lado sofisticado, casi aristocrático, como Brad Pitt, Antonio Banderas, Kirsten Dunst y Tom Cruise en la mítica Entrevista con el vampiro. En negro, blanco, púrpura, burdeos (todas las declinaciones del rojo) o azul medianoche, los duales vampiros juegan con prendas fluidas y muy ajustadas, con el misterio y el fuego: blusas vaporosas, pantalones de cuero, gabardinas o chaquetas icónicas (como las de Blade, Eric Northman o Damon Salvatore), sugerentes corsés, vestidos que dejan huella, jerséis de cuello alto, sofisticados trajes, botas altas…
Formas dramáticas
Fríos pero tremendamente sensuales, abrazan el gótico-victoriano como código de estilo predilecto -leemos en Vogue que “los orígenes del estilo gótico se encuentran precisamente en el culto victoriano del luto”-, y pasan de los volúmenes dramáticos (uno de los ejemplos más recientes lo encontramos en el espectacular vestuario de Nosferatu, de Robert Eggers) a prendas que simulan una suerte de segunda piel (recordemos el sinuoso mono de cuero de Kate Beckinsale en Underworld).
Las capas y broches son algunos de sus accesorios más característicos, que se suman a un ritual de belleza ancestral: manicuras en tonos oscuros, labios dramáticos que marcan colmillo y largas melenas que van de un estilo salvaje a los moños más sofisticados (nuestra favorita es la melena ladeada con ondas al agua). También es fundamental resaltar la palidez extrema y remarcar la mirada penetrante en un negro profundo. Pero, sobre todo, el secreto está en la sed: sed en los ojos, sed en el alma.
Tragos inmortales
“Yo no bebo…. vino”, decía el magnético Drácula de Bram Stoker. Pero en Purcuapà Magazine lo preferimos a la sangre (y a casi todo), y por eso os recomendamos dos extremadamente singulares para brindar en este Halloween al estilo vampírico: Brujidera 2024, elaborado con una misteriosa variedad recuperada que ha vuelto a la vida gracias a Garage Wine; y Psicodélico 2022, de Frontonio, una compleja y fascinante mezcla de uvas locales que te despierta el alma -inmortal, o no- como un remolino.









0 Comentarios